Hoy, cinco días después de que al provocador Salvador Sostres, le retirase por primera vez un artículo su jefe Pedro J. Ramírez, ya se habrá dicho todo sobre lo censurable de su escrito. Yo pretendo lo contrario.
El texto defendía que el chico rumano que estranguló a su novia embarazada, al enterarse de que ella iba a dejarle y de que el bebé que esperaba no era suyo, “no es un monstruo. Es un chico normal que se rompió por donde todos podríamos rompernos”.
Pedro J, se disculpó alegando que los mecanismos de control del periódico fallaron y que esta pieza se les coló a su pesar; cosa que, fuera como fuese, agradezco. Porque Sostres en su alegato a favor de la locura transitoria, describe claramente la mentalidad de los que son proclives, lo sepan o no, a la violencia de género. Los que, en su fuero interno, equiparan el abandono o la infidelidad con la violencia marcan las premisas del silogismo que concluye que violencia con violencia se paga. Es decir, que los que piensan como él, aunque no lo crean, son maltratadotes en potencia y su discurso, como a Pedro J., a muchos se les cuela.
Así que agradezco esta jugada del destino porque aclara el motivo por el que aquí mueren tantas mujeres así cada año. El dolor del verdugo es real -las mujeres lo conocemos bien (llevamos siglos soportando infidelidades y traiciones varias)- y es el detonante de estas tragedias, lo que demuestra que estos crímenes no son más que venganzas. La gran asignatura pendiente del siglo XXI es aprender a gestionar las frustraciones sin revanchas.
Me quedo con tu última frase. Aunque no del siglo XXI sino de la historia, te diría.
ResponderEliminarUn abrazo!